Se agotó el último cartucho, mi inspiración, al traste. Trastes entre los que me siento mejor, trastes que sé que te gustan, trastes que duelen por ti, y entre aquellas cuatro notas salió media melodía que pensaba en ti, en aquel largo paseo que dí solo porque quería estar contigo... Y tu sin saberlo...
Hay días y días, días que son para tirarlos y otros para tirar de ellos hasta estirarlos tanto que se resquebrajen y empiece a salir entre los entresijos un nuevo día. El muro se rompió y empezó a salir lo que tenía guardado.
Guardé sueños, guardé lágrimas, guardé alegrías y te guardé a ti. Entre los pasillos de mi ilusión fuiste vagando hasta hacer trizas cualquier atisbo de cordura, cualquier ápice que me recordase a mi mismo... Y así acabé, esperando un tren inútil desesperado entre la prisa de un mundo que no entiendo. Soy solo un mensajero, y al fin y al cabo no debería decir esto; estoy al borde del colapso y no entiendo, por qué intento luchar contra algo tan grande si no, no me quedan más cartuchos ni inspiración para engañar al cerebro para seguir adelante. Al fin y al cabo, solo estoy gritando en silencio lo que la vibración de las seis cuerdas de mi guitarra intentan expresar a cada pequeño arpegio, que solo hablan de ti, mientras a ti te pitan los oídos, y a mí se me desangran los dedos susurrándote lo que ya sabes.
"¿Y quién fue? quién cantó aquello... solo sé que ahora el calendario pasa las hojas, y deja un extraño sabor a óxido a los días, que no sé encargó la lluvia de lavar mis angustias y a día de hoy pienso solo en delirios. Pero bah, quién se preocupará por un extraño, que no hace más que divagar, que sus locuras son solo, eso, locuras. Quién cree a un loco hablando de poesía"
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